viernes, 20 de octubre de 2017

Perogrulleces





José María Valverde

El poeta va a hablar de su relación personal con la filosofía. Como lo hará ante un auditorio académico, toma notas para no improvisar (es un decir). Por cierto, él se siente a gusto con la palabra suelta, sin escritura previa, porque lo que le gusta es hablar sin más. Pero esta vez, prepara un texto en el que va a procurar un tono que no se aleje mucho de la buena tertulia de café. Mejor dicho: que no se aleje nada.

Antes de entrar en materia, hará un preámbulo, dedicado, precisamente, a decir lo anterior y a recordar el nombre de su amigo Aranguren.  Después, vendrá un momento crucial en su  trato con la filosofía: la lectura de Wilhelm von Humboldt. En las páginas del hermano de Alejandro se va a inicar lo que más tarde llamará “su conciencia lingüística”. No en balde, su tesis doctoral tendrá como tema esos asuntos del lenguaje.

Ahora el poeta (y filósofo) está en el trance de anotar qué cosa es eso de “conciencia lingüística”. Casi que pedirá disculpas por lo elemental de sus palabras, pero no lo hará. No le importa expresar con "un planteamiento escolar”, -en pocas palabras y con más deleite que provocación- todo lo que quiere. Así, se complace en tomar esta nota:

Pensamos sólo mediante el lenguaje… Hay profundas razones para que la mayoría de los filósofos profesionales sean quienes más se resistan a asumir esa perogrullez de que pensar no es sino hablar. Incluso algunos alumnos míos en la Facultad de Filosofía de Barcelona me han puesto a veces muy mala cara cuando les he enunciado esta sencilla vulgaridad: en tales casos, yo siempre les he dicho que si alguien de los presentes tenía algún pensamiento sin lenguaje, “que lo dijera”.
  
El poeta se ríe solo, porque al escribir “perogrullez” recordó los versos pareados que un día le dedicó a un gran filósofo contemporáneo, cuya conciencia lingüística también partió de una ruta humboldtiana. No pondrá esos versos en su charla, pero ahora, por puro goce, se los dice en voz alta:

Cascando las palabras como nueces

alumbra don Martín perogrulleces
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No es que se ponga serio, pero en este momento, el poeta José María Valverde va a citar a Kant para seguir llevando agua a su molino de palabras.

La ligera paloma kantiana que se imagina volar mucho mejor en un espacio donde el aire no la limite, terminará dándose cuenta de que el aire es imprescindible para su vuelo. Ese aire es el lenguaje.
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(El texto de José María Valverde al que se alude –y se cita- acá fue preparado para las Terceras Conferencias Aranguren de Filosofía, impartidas en la Residencia de Estudiantes, en Madrid los días 7, 8 y 9 de marzo de 1994. Fue publicado en la revista Isegoría, Nro. 11. 1995)

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