Para reponerse es necesario el duelo. Y cierto humor, aunque parezca cruel. Tal vez, este poema de José Emilio Pacheco ayude un poco en ese trance:
“Titánic
Nuestro
barco ha encallado tantas veces
que no
tenemos miedo de ir hasta el fondo.
Nos deja
indiferentes la palabra catástrofe.
Reímos de
quien presagia males mayores.
Navegantes
fantasmas, continuamos
hacia el
puerto espectral que retrocede.
El punto
de partida ya se esfumó.
Sabemos
hace mucho que no hay retorno posible.
Y si
anclamos en medio de la nada
seremos devorados
por los sargazos.
El único
destino es seguir navegando
en paz y
en calma hacia el siguiente naufragio”.
(José Emilio Pacheco, El silencio de la luna)
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