Lillian Gish, en The Wind (1928) de Victor Sjöström
A un amigo:
De ti, quienes mejor me han dado razón, son los
poetas. “Molino de sonidos” te llamó Octavio Paz. Y una gran venezolana, que te
conoció muy bien, tuvo esta hermosa aventura de la que formaste parte:
Toda la
mañana ha hablado el viento
una lengua
extraordinaria.
He ido hoy
en el viento.
Estremecí
los árboles.
Hice
pliegues en el río.
Alboroté
la arena.
Entré por
las más finas rendijas.
Y soné
largamente en los alambres.
Antes
—¿recuerdas?—
Pasaba
pálida por la orilla del viento. Y aplaudías.
Era Enriqueta Arvelo Larriva. Seguramente la
recuerdas de tu viejo paso por Barinitas.
--
Por su parte, Aurelio Arturo, un gran poeta
colombiano, de Nariño, te prefería nocturno, y nos dijo:
Toda la
noche
sentí que
el viento hablaba,
sin
palabras
--
Un día, casi huracanado, pasaste por un pequeño
pueblo austral. Cuando entrabas a una de sus casas, viste una mesa en forma de
guitarra y a una hermosa niña que cantaba. Allí te detuviste un rato y
reposaste. La niña y su tío compartieron contigo un pan cuyo aroma nunca has
olvidado. Y como estabas en vena de contar historias, revelaste algunas de tus
confidencias. La niña desde entonces -no sé si Gabriela se llamaba- sabe que
reposas cuando los pinares callan.
--
En 1928, época del cine mudo, compartiste rol
protagónico con Lillian Gish en una inolvidable película que llevó tu nombre y
que dirigió Victor Sjöstrüm. Muchísimos años después (2011) tuviste un papel
estelar en otro filme destinado a ser un clásico: El caballo de Turín (2011),
de Bela Tarr. En la primera (El viento), fuiste un caballo implacable. En la
segunda, compartiste el rol equino con un verdadero ejemplar de la especie, y
volviste a ser agotador y persistente. Por cierto, Collin de Plancy (citado por
Bachelard) refiere que, de acuerdo a una leyenda árabe, cuando Dios fue a crear
el caballo, te llamó y extrajo de ti una pequeña parte para hacerlo.
--
Al parecer, en estos tiempos se te oye menos,
salvo los poetas que persisten en tenerte aprecio y darte audiencia. Todos
deberíamos dejarte hablar, como pidió Juan Carlos Onetti en su última novela,
cuando estaba por llegar la temida y amada Santa Rosa.
Sí, háblanos, por favor, porque hay alguien en
ti que tiene muchas cosas que decirnos, aqui y ahora.
"Hay alguien en el viento", dijo
famosamente Guillevic.
Amigo, tienes la palabra. Va un abrazo.
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