Jorge Mañach por Jorge Arche
Seis de la mañana y las primeras apariencias:
arrumazado arriba y “el viento por los caminos”.
Al anotarla, supe de dónde venía la cita y ordené
en la memoria el breve poema de Paz que leí en una novela de Fuentes. Alteré,
como siempre, algunas frases, pero lo busqué para copiarlo sin tachas:
Arriba
el agua
abajo el bosque
el viento
por los caminos
Quietud del pozo
El cubo es
negro El agua firme
El agua
baja hasta los árboles
El cielo
sube hasta los labios
--
Después de regar las matas, vuelvo a mi lectura
anterior. Era un poema de Cintio Vitier:
Cada
mañana los símbolos/ están de nuevo mirándome,/ detrás de una ardiente noche/ a
la que la luz no puede/ sino darle más belleza”. Y la luz, “…entre las hojas/
¿Qué nos pregunta, temblando?
Concentrado, en su rama, por mí canta el
cristofué.
--
En una carta de 1967, María Zambrano le refirió
a Cintio Vitier que la había conmovido su poema sobre Mañach: “Tan bien trazado
–donde usted dice que él, Mañach, explicaba a Aristóteles”. Y agregó:
“Mañach era noble y conmigo fue generoso y hasta
humilde”.
Busqué el poema de Vitier y acá lo tengo:
No sé por
qué hoy aparece
ante mis
ojos su figura
esbelta,
escéptica, fallida
y siempre
airosa sin embargo,
flexible
palma de una patria
que no
podía ser: tan fina,
sí, tan
irónica, tan débil
en su
elegante gesto, lúcido
para el
dibujo y el fervor,
los
relativismos y las
conciliaciones,
con un fondo
de gusto
amargo en la raíz.
Ciego sus
ojos para el rapto,
usted no
vio lo que veíamos.
Bien, pero
en sombras yo sabía,
mirándolo
con hurañez,
lo que
ahora llega iluminado:
Tener
defectos es fatal
y nadie
escapa a sus virtudes.
Tener
estilo, en vida y obra
no es
fácil ni difícil, es
un don
extraño que usted tuvo,
Jorge
Mañach, para nosotros.
Esta
mañana es imposible
que usted
haya muerto. Viene ágil
sin
vanguardismos ni Academias,
de dril
inmaculado, laico,
maduro,
juvenil, iluso,
entre
sajón y catalán,
a dar su
clase de Aristóteles,
y en el
destello de sus lentes
hay un
perfil de Cuba, único,
que al
sucumbir quedó en el aire,
grabado
allí, temblando, solo…
(Cintio Vitier, “Jorge Mañach”, en Testimonios.
1953-1968).
--
Jorge Mañach, pensador cubano, indagador del
“choteo”, elegante y polémico ensayista. Nació en Sagua la Grande, Las Villas,
en 1898. Murió, exiliado, en San Juan de Puerto Rico, en 1961.
Me resuena el título del libro que no llegó a
escribir: “La nación que nos falta” y esta imagen que nos legó Vitier:
Jorge Mañach, de dril inmaculado, enseñando
Aristóteles.
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