domingo, 16 de abril de 2017

La nación que nos falta





Jorge Mañach por Jorge Arche

Seis de la mañana y las primeras apariencias: arrumazado arriba y “el viento por los caminos”.

Al anotarla, supe de dónde venía la cita y ordené en la memoria el breve poema de Paz que leí en una novela de Fuentes. Alteré, como siempre, algunas frases, pero lo busqué para copiarlo sin tachas:

        Arriba el agua
      abajo el bosque
el viento por los caminos

      Quietud del pozo
El cubo es negro El agua firme

El agua baja hasta los árboles
El cielo sube hasta los labios
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Después de regar las matas, vuelvo a mi lectura anterior. Era un poema de Cintio Vitier:

Cada mañana los símbolos/ están de nuevo mirándome,/ detrás de una ardiente noche/ a la que la luz no puede/ sino darle más belleza”. Y la luz, “…entre las hojas/ ¿Qué nos pregunta, temblando?

Concentrado, en su rama, por mí canta el cristofué.
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En una carta de 1967, María Zambrano le refirió a Cintio Vitier que la había conmovido su poema sobre Mañach: “Tan bien trazado –donde usted dice que él, Mañach, explicaba a Aristóteles”. Y agregó:

“Mañach era noble y conmigo fue generoso y hasta humilde”.

Busqué el poema de Vitier y acá lo tengo:

No sé por qué hoy aparece
ante mis ojos su figura
esbelta, escéptica, fallida
y siempre airosa sin embargo,
flexible palma de una patria
que no podía ser: tan fina,
sí, tan irónica, tan débil
en su elegante gesto, lúcido
para el dibujo y el fervor,
los relativismos y las
conciliaciones, con un fondo
de gusto amargo en la raíz.
Ciego sus ojos para el rapto,
usted no vio lo que veíamos.
Bien, pero en sombras yo sabía,
mirándolo con hurañez,
lo que ahora llega iluminado:
Tener defectos es fatal
y nadie escapa a sus virtudes.
Tener estilo, en vida y obra
no es fácil ni difícil, es
un don extraño que usted tuvo,
Jorge Mañach, para nosotros.
Esta mañana es imposible
que usted haya muerto. Viene ágil
sin vanguardismos ni Academias,
de dril inmaculado, laico,
maduro, juvenil, iluso,
entre sajón y catalán,
a dar su clase de Aristóteles,
y en el destello de sus lentes
hay un perfil de Cuba, único,
que al sucumbir quedó en el aire,
grabado allí, temblando, solo…

(Cintio Vitier, “Jorge Mañach”, en Testimonios. 1953-1968).
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Jorge Mañach, pensador cubano, indagador del “choteo”, elegante y polémico ensayista. Nació en Sagua la Grande, Las Villas, en 1898. Murió, exiliado, en San Juan de Puerto Rico, en 1961.

Me resuena el título del libro que no llegó a escribir: “La nación que nos falta” y esta imagen que nos legó Vitier:

Jorge Mañach, de dril inmaculado, enseñando Aristóteles.

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