viernes, 13 de enero de 2017

Unamuno y las memorias eternas





Unamuno y doña Concha

Después de muchos meses sin asomarse, Toto De Lima y el Turco Najul me hicieron esta mañana una visita de médico. Cuando Toto, en la cocina, mojó la galletita en el café, supe que, al morderla,  vendría el recuerdo de una lectura. En efecto, antes de que el Turco comenzara a recitar la parodia proustiana de su “baisano” Saer, de Santa Fe, Toto citó a uno de sus autores predilectos, para cuyo recuerdo no requiere de café ni de medialunas (“de galletitas, parece que sí”, dice el Turco). Con presunto acento vasco, Toto refirió cuanto sigue:  

En esta sociedad, compuesta de camarillas que se aborrecen sin conocerse, es desconsolador el atomismo salvaje del que no se sabe salir si no es para organizarse férrea y disciplinariamente con comités, comisiones, subcomisiones, programas cuadriculados y otras zarandajas.

Hizo una pausa para seguir comiendo galletitas con café y me  preguntó: “¿Desde cuándo no lees a Unamuno?”. Sabía que la pregunta era una especie de reclamo. No esperó mi respuesta y prosiguió:

No se ha corregido la tendencia disociativa, persiste vivaz el instinto de los extremos, a tal punto, que los supuestos justos medios no son sino mezcolanza de ellos (…), se busca por unos la evolución pura, y la pura revolución por otros, y todo por empeñarse en disociar lo asociado y formular lo informulable.

Como Toto ama la estética del fragmento, prefirió dejar sus recuerdos hasta ahí, diciéndome: “Si glosas lo que acabo de recordar, no se te olvide decir que eso es de Unamuno, que está en un libro suyo publicado hace 115 años, titulado En torno al casticismo. Y no vayas a decir cuántas galletas me comí ni que derramé café sobre la mesa”.

El Turco, por su parte, se despidió, confesándome en voz baja: “Me tenía hasta aquí con Unamuno, pero ayer me mostró un poema y volví a fascinarme con don Miguel. Búscalo. Empieza así: Llueve desde tus ojos alegría”.

Apenas salieron, fui hasta la “ordenada” Babel y busqué el libro citado por Toto, para precisar las citas y, por supuesto, el poema que me dijo el Turco. Copio sus versos finales. Valen oro:

Mas entre tanto por si el día llega

en que antes de parárseme en el pecho

el corazón insomne

cubran mi mente

las sombras de la noche,

dame ese libro,

que aquí, con él, tendido en nuestra cama,

recorreré los siglos que pasaron

mientras el nuestro pasa,

dándole a mi alma medieval el cebo

de memorias eternas.

Y tú vendrás, y al levantar mis ojos,

de las queridas letras,

encontraré a los tuyos que me miran

con su clara dulzura

metiéndome en el alma

hambre de vida.

(Miguel de Unamuno, julio 1912)

Del tiro, se me olvidó decir que las citas unamunianas de Toto, son, aquí y ahora, una pedrada en ojo de boticario. Pero mejor así. Hubiese sido redundar. Me quedo en la enorme resonancia del poema, en el amor de años que allí se venera, en esos ojos y en su hambre de vida.

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