Piranesi. Cárceles imaginarias
Cinco de la mañana. Después de poner la fecha de
este día, día histórico en Venezuela, que a muchos permite la renovación de
alguna esperanza, abrí uno de los diarios de Ernst Jünger y apareció,
precisamente, esta entrada:
Entre las
imágenes de los sueños vuelve, como me ha ocurrido también en la mañana de hoy,
la de una gran estación ferroviaria; se trata de hacer trasbordo. La estación
se halla lejos del centro, tal vez en un suburbio de Berlín; los trenes que
llegan a ella lo hacen por vías a nivel del suelo y por líneas elevadas; los
trenes que van a la ciudad son líneas subterráneas. El conjunto es sombrío,
confuso, como los Carceri de Piranesi. Los pasillos, laberínticos, se hallan
interrumpidos por barrera y taquillas; a oleadas, como en las convulsiones de
los dolores de parto, son invadidos por muchedumbres que dan miedo. Hay
itinerarios que no llevan a ninguna parte, billetes perdidos o equivocados,
equipajes robados, separación de los acompañantes, andenes falsos, enlaces a
que se llega con retraso. Dios mío, nunca se alcanzará la meta.
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Repetir la última frase de Jünger entre signos
de interrogación, es -para decirlo con un título levemente retocado de José
Ángel Valente- un modo de esperanza.
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