miércoles, 21 de septiembre de 2016

Gil Fortoul y la esgrima (una lección de estilo)






Ante la página en blanco, el viejo tanteo de los inicios. Una, dos, tres palabras  se desplazan sin aparente rumbo. Van a su agonía, cortan el viento, consiguen un recodo. Se detienen. Corregidas, retornan a su cauce. Su anotador acaba de toparse con un texto de esgrima y lo ha puesto en la mesa como guía. Antes de proseguir, no resiste la tentación de releerlo:

Para frasear con elegancia es preciso haber llegado a un conocimiento profundo de la esgrima y a un gusto refinado. Las espadas se buscan con impaciencia nerviosa, se burlan una de otra con fingimientos rapidísimos y graciosas circulaciones, se chocan con golpes secos o se enlazan y desenlazan con movimientos serpentinos, hasta terminar con un ataque al pecho, inesperado y fulgurante, como rica y sonora rima al final de una estrofa.

El aficionado se llama José Gil Fortoul. Su libro: La esgrima moderna, 1892.

Ahora vuelvo a la página, “tocado” por su lección de estilo.

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