miércoles, 13 de abril de 2016

De aquí no se va nadie


Velázquez. Francisco Lezcano, el niño de Vallecas
 
León Felipe viajó por América Latina diciendo sus poemas. Su nombre llenaba los teatros, porque emocionaba y conmovía con la palabra.   

Estuvo en mi ciudad, en los 40. En una entrevista grabada, que no hice yo, pero que tuve la suerte de transcribir y publicar por vez primera (revista Papel Abierto), el poeta Rafael Cadenas revivió esa visita:  

Tú sabes que León Felipe, en el año 43, más o menos -no recuerdo exactamente la fecha-, anduvo por toda América y en todas partes leía sus textos. Por entonces visitó varias ciudades de Venezuela y una de las que visitó fue Barquisimeto. Yo cometí la tontería de no ir o, mejor dicho, no sabía que él estaba ahí. Salvador (Garmendia) sí fue y regresó sumamente emocionado. Me dijo que él no había visto nunca algo que pudiera compararse a lo que acababa de presenciar, porque León Felipe era un gran lector o más bien ‘decidor’ de su poesía. Yo no me imaginaba que tuviera esa voz que acabamos de oír, que es muy agradable también. Salvador me dijo que él realmente salió erizado del acto”. 

Hace poco, un abogado cuyo nombre prefiero omitir, en un acto público de lastimosa resonancia, le atribuyó a Machado algunas frases de un poema que no alcanzó a citar bien y que dijo conocer de oídas (la avilantez no tiene límites). Menos mal. Por algunas frases no bien recordadas, supuse que el poema no era de Machado, pero sí de León Felipe, intocado por la insolencia de esa tarde.  

Hoy, el poema de la noche es uno de esos que me gustaba decir en voz alta. No el que creí descifrar en voz indebida hace unos días, pero sí de León Felipe, “el quinto signo del cielo giratorio”, como llamó Octavio Paz a su querido amigo.  

En las líneas imperativas del texto está España, pero también nosotros, aquí y ahora, porque el poema no tiene ni fechas ni espacios exclusivos: 
 

PIE PARA EL NIÑO DE VALLECAS, DE VELÁZQUEZ 

Bacía, Yelmo, Halo.
Este es el orden, Sancho. 

De aquí no se va nadie.  

Mientras esta cabeza rota
del Niño de Vallecas exista,
de aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.  

Antes hay que deshacer este entuerto,
antes hay que resolver este enigma.
Y hay que resolverlo entre todos,
y hay que resolverlo sin cobardía,
sin huir
con unas alas de percalina
o haciendo un agujero
en la tarima.
De aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.  

Y es inútil,
inútil toda huida
(ni por abajo
ni por arriba).
Se vuelve siempre. Siempre.
Hasta que un día (¡un buen día!)
el yelmo de Mambrino
—halo ya, no yelmo ni bacía—
se acomode a las sienes de Sancho
y a las tuyas y a las mías
como pintiparado,
como hecho a la medida.
Entonces nos iremos todos
por las bambalinas.
Tú, y yo, y Sancho, y el Niño de Vallecas,
y el místico, y el suicida. 

(León Felipe, 1930)
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(La entrevista mencionada fue una conversación con Rafael Cadenas, que tuvieron en Sanare, en julio de 1985, Bayardo Vera, Gerardo Escalona y Alberto Meléndez)  

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