lunes, 29 de junio de 2015

Grecia


Capitel jónico en el Museo Arqueológico de Queronea
 
Seis de la mañana y unos versos famosos de Francisco Brines. Famosos en el sentido en que mi amigo Jesús Antonio Escalona usaba ese vocablo. También en el otro, claro:  

Yo te amé en Queronea. Vivos éramos.
Entre la pesadumbre derruida
un hálito mortal: éramos vivos.
Los siglos han pasado, y otros ojos
contemplan las ruinas, aún intactas.
¿Quién aquí transcurrió? Sólo el vacío
fue el tejido del tiempo en este llano.

Yo te amé en Queronea…
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Después del magnífico poema de Brines, vuelvo al artículo de Argullol de hace tres años, sobre Grecia y Alemania, y copio este párrafo: 

Ahora, pesadilla. Claro está que el mundo es otro, y Goethe o Hölderlin no pueden competir con el veneno de los medios de comunicación que se llaman a sí mismos populares o con la sistemática ignorancia de los políticos. Tampoco, claro está, los griegos son —ni han sido nunca— aquellos magníficos habitantes que moran en los versos de Los dioses de Grecia. Pero no deja de ser curioso —y, en cierto punto, espantoso— que un mismo vocablo, lo “griego”, sirva en la universidad para aludir a lo mejor de las virtudes y en la calle, para resumir el más peligroso de los vicios.
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¿Cómo no ir ya al archipiélago del poeta de Suabia?:  

En las praderas de Colonos pastan/ de nuevo, pacíficamente, como antes, los caballos atenienses
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lunes, 8 de junio de 2015

Freddy Muñoz, in memoriam



Hoy me entero por Twitter de la muerte de Freddy Muñoz, valioso dirigente político de las últimas décadas del siglo XX en Venezuela. Junto a Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez integró la estelar trilogía fundadora del MAS. Si mal no recuerdo, Freddy era de Tucupido, Estado Guárico. Busco, en vano, semblanzas suyas en la red.
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Notable tribuno universitario. La primera vez que lo escuché fue una tarde en la plaza cubierta del Rectorado. Ese día Rafael Caldera había asumido la presidencia de la República, así que puedo asegurar que fue en marzo de 1969 cuando oí el discurso de Freddy, quien acababa de salir de la cárcel y llegaba a la UCV, con aureola de leyenda. Le presté la atención que demanda un hombre que sabe decir las cosas y, por supuesto, por el innegable atractivo de su figura política.
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Me pareció un estupendo orador, capaz de manejar  buenos y efectivos recursos para mantener el interés del auditorio. Se acercaba a cierto histrionismo, pero se detenía en el momento justo. Su mensaje anunciaba nuevos tiempos y cambios en las formas de lucha. Dibujaba, de algún modo, lo que dos años después sería la línea de acción del MAS. Pero eso, quienes formábamos la mayoría del público, ni lo imaginábamos. A sabiendas de que sus palabras podían causar desconfianza en algunos, dijo algo que nunca se me olvida:  

“¡Qué derechista se ha puesto el camarada Freddy! podrían estar pensando algunos. Yo les respondería: ¡qué derechista se puso el camarada Lenin cuando, en plena construcción de su partido,  planteó la necesidad de la amplitud y la apertura!”.  

Debo haberle repetido esas magníficas palabras a mi amigo Baltazar Gutiérrez, quien, seguramente, me preguntó más por las cualidades del orador que por sus propuestas. Claro, sabía que yo también me había centrado en las primeras. Hoy, 46 años después, me detengo en “la amplitud y la apertura”.
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Freddy Muñoz supo estampar con dignidad su nombre en las luchas democráticas de Venezuela. Cuando se inicie entre nosotros el desolvido, se le hará el homenaje que merece.
 
Que en paz descanse.