sábado, 21 de febrero de 2015

Un poeta por la paz



Czeslaw Milosz
 
Cielo despejado y Milosz. Leyéndolo, siento lo que dijo Adam Zagajewski: 

A veces usted habla con tal tono
que, de verdad, el lector cree
por un instante
que cada día es sagrado.
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El día que recibió el Premio Nobel recordó con gratitud cuanto lo unía a la tierra: las leyendas lituanas, la familia, los vecinos, los afectos. Sabía que esos valores entrañables habían sido el blanco de quienes, en nombre de una abstracción, se ensañaron contra su pueblo. Salvada de esa furia, aflora esta belleza: 

Llevo en mi recuerdo de Lituania, un país de leyendas mitológicas y de poesía. Mi familia, ya en el siglo XVI, hablaba polaco al igual que muchas familias en Finlandia hablaban sueco y, en Irlanda, inglés; soy pues un poeta polaco y no lituano. Pero los paisajes y también posiblemente el espíritu de Lituania nunca me abandonaron. Es maravilloso escuchar  de niño las palabras de la liturgia latina, traducir a Ovidio en el colegio…
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Por más que una mecánica siniestra pretenda pasarle por encima, nuestra memoria preserva algún rescoldo. Desde esa luz remota, se resiste.

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