jueves, 29 de enero de 2015

Poesía y ciencia de la caballería andante




Cinco de mañana y un verso de Vicente Huidobro:

Plantar miradas como árboles.
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Hoy se cumplen 16 años de un sueño, que, pese a todo, valió la pena.
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Cuando el hijo de don Diego de Miranda escuchó al Quijote discurrir con sapiencia impropia de chiflados acerca del oficio de poeta, le preguntó por las ciencias que había estudiado, no sin antes decirle: Paréceme que vuesa merced ha cursado las escuelas. Fue en ese momento cuando el ingenioso hidalgo enunció aquello de la ciencia de la caballería andante y afirmó que era tan buena como la de la poesía “y aun dos deditos más”.

No es sólo la poesía, pero es también la poesía. “Sin ella, no”, cavilan todavía los caballeros de la orden.

lunes, 26 de enero de 2015

La tragedia


Irene Papas en Electra, de Cacoyannis

Cinco de la mañana. Leo en el Reloj de Atenas, de Jaime García Terrés, unas palabras que su amigo griego Aléxandros le dijo en París, en 1967, poco después del golpe de los coroneles:  
 
El verdadero sentimiento trágico no es pesimista. Más allá del terror y de la autocompasión está la inmensa, la profunda alegría de vivir”.
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Pienso que a veces decimos “tragedia griega” ignorando la tragedia griega, a la que el joven Roland Barthes se refirió en estos términos: 
 
La tragedia es la más grande escuela de estilo; enseña más a despojar que a construir, más a interpretar el drama humano que a representarlo, más a merecerlo que a soportarlo (…). Para merecer la tragedia es necesario que el alma colectiva del público haya alcanzado un cierto grado de cultura, es decir no de saber, sino de estilo.
(…)
 
No todos los pueblos, ni todas las épocas, son igualmente dignos de vivir una tragedia.
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Del Reloj a los poemas del autor. Comparto uno: 
 
Sazón del alba 
 
 
Si no todos los libros
cuando menos
he leído decenas, cientos, mil,
y no lo digo, no,
por vanidad,
muy al contrario:
después de tantos piélagos de letras
en el sistema vascular
adquiérense deberes máximos
y apenas el derecho
mínimo
a preguntarse con delicadeza
cuántas calladas horas
faltan aún por reconocer
el fruto verdadero,
los prístinos ecos de la lectura
sazonados aprisa por un amanecer. 
Jaime García Terrés, La casa por la ventana.

jueves, 22 de enero de 2015

La economía, Dios y los milagros


 
Anoche recordé una frase que le gustaba citar a García Bacca. Se trata del interdicto más espléndido que conozco:  

       Por orden del Rey, prohíbese a Dios hacer milagros en este lugar 

El viejo filósofo le dedicó un artículo a esa ingeniosa sentencia y nos informó que, aunque lo pareciera, la misma no era de Voltaire. Dijo García Bacca haberla leído en Kant, quien, a su vez -en unas notas sobre filosofía trascendental-, se la atribuyó a un tal Phesipeau.  

Lo cierto es que esa orden magna y asombrosa, según el mismo García Bacca, sólo podía haber emanado de un monarca, capaz también de ejecutarla sin miramientos ni dudas: Federico II de Suabia, el primer hombre moderno que se sentó en un trono.  

A García Bacca el terminante interdicto le sirvió para decirnos que en “fregados políticos” y en “barridos económicos” no debemos meter a Dios, porque esos lugares son terrenos del pueblo, al que nadie habrá de seguir engañando con supuestos milagros, por respeto al pueblo y a Dios mismo. 

Invirtiéndolo, so pena de profanar a los filósofos, el inmenso mandato prohibitorio podría proclamarse así:  

  Por orden de Dios, niégase a gobernantes y gobernados la facultad de hacer milagros en este lugar

lunes, 19 de enero de 2015

Nisman


Alberto Nisman
 
Conmovido desde la madrugada por la trágica muerte del fiscal argentino Alberto Nisman. Vi la entrevista que le hicieron la semana pasada en un canal de Buenos Aires. Es impresionante la seguridad con la que hablaba. Oyéndolo, uno siente el enorme riesgo que corría en un país con tantas crispaciones. No se trataba de un improvisado, sin duda. No podía hablar así –y tan bien- si no hubiera tenido un gran respaldo probatorio en sus gravísimas investigaciones.
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Ojalá que los casos de la AMIA y de Nisman se resuelvan con rigor y transparencia. Que no haya que esperar a un nuevo Nisman para ello. Y sobre todo, que quien se encargue fiscalmente, no tenga el mismo fin.
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Veo en las redes sociales que muchos argentinos escriben la frase "Yo soy Nisman". Serlo, comporta lucidez, dignidad y valentía, para obtener, no venganza, sino justicia.
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Abro el Quijote y leo: 

Siempre deja la ventura una puerta abierta en las desdichas, para dar remedio a ellas.

La amistad en tiempos de cólera


Octavio Paz y José Revueltas, amistad y diferencias
Quiso el destino que el centenario de José Revueltas coincidiera con la develación de nuevos horrores en su patria. Lo de “nuevos” es un decir, porque bien sabemos que son los mismos que combatió toda su vida y que mantienen abierta una profunda herida en el alma mexicana. Revueltas, que acompañó en 1968 a los estudiantes del DF, cumplió cien años poco después de comprobarse la matanza de 43 alumnos de la Escuela Normal de Ayotzinapa. Si todavía se le leyera, su sólo apellido volvería a ser una proclama de combate. Creo, además, que no hay razones para que no lo sea, porque si alguien conoció y escribió sobre el infierno, con vigor y lucidez, fue él. En un estupendo artículo (“Yo sé leer”) acerca de la violencia en Guerrero, Juan Villoro refirió hace pocos días que el pasado mes de septiembre fue a Acapulco a dar una conferencia, precisamente, sobre José Revueltas. Creo que con nombrarlo apenas, recordó una tradición de resistencia que nunca ha cesado en Guerrero.  
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“¡Bujarin no!”, dicen que exclamó el joven Octavio Paz cuando se enteró de que el famoso disidente había sido ejecutado. Frente al fiscal estalinista, afirman que Bujarin se comportó como un personaje de Dostoievski, capaz de abogar por una “verdad histórica” que también diera cuenta de los desacuerdos. Pero los credos son tozudos y sólo admiten réplicas como la de Vichinsky: “No se moleste en hablar de la historia, acusado Bujarin. La historia misma recogerá lo que será interesante para la historia”. Una década después, José Revueltas en su novela Los días terrenales (1949), volverá a Bujarin como voz acusadora de los sectarismos.
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Debo tener por ahí el ejemplar del Papel Literario de ese domingo de 1968, pero no estoy ahora para búsquedas arqueológicas en mi biblioteca. Por fortuna, la entrevista fue recogida en un libro que reúne varias conversaciones con el autor centenario, y he podido releerla. De la primera lectura mi memoria conserva el entusiasmo con que fui a comentar con mis amigos Raúl Piña y Luis Urdaneta la tesis del “proletariado sin cabeza”, que Revueltas esbozaba en su incitante charla con María Josefina Tejera, al referirse al dogmatismo de los partidos comunistas de Latinoamérica. Eran tiempos de fervor y rebeliones,   como bien lo indica la fecha mencionada, y nada más atractivo para uno que el debate político en la izquierda. Siguiéndole la pista al entrevistado, a los pocos meses me enteré de su prisión en Lecumberri, la última que tuvo en su largo historial de perseguido.
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Revueltas leyó matices y cultivó diferencias dentro de una corriente ideológica proclive a la prédica inconcusa. Vivió la ilusión y sufrió el desencanto. Fue atacado por los comisarios, y no resultó extraño verlo coincidir con Octavio Paz, para enfrentar a los fanáticos de cualquier lado. Como se sabe, los fanatismos tienen un origen común: el espíritu faccioso. Paz y Revueltas combatieron, con su acción y su pluma, esa peste exasperada. Uno, en la acera de enfrente. El otro, en la casa del ahorcado.  

Nacieron el mismo año y fueron amigos. Aquí me detengo. Ninguno usó la diferencia política como excusa para enfriar un vínculo profundo. Por el contrario, la amistad fue la base de un diálogo que reforzó valores permanentes, por encima de ambiciones personales o de compromisos provisorios. Claro, había afecto. Y eso es mucho, máxime en tiempos de querellas. Una conocida carta que Revueltas le envía a Paz desde Lecumberri, en 1969, es una prueba hermosa, no sólo de fraternidad, sino también de respeto intelectual. En ella, Revueltas le habla de un joven compañero preso, que pasa sus días aprendiéndose de memoria unos poemas. Le precisa: Martín Dozal lee a Octavio Paz; tus poemas, Octavio, tus ensayos, los lee, los repasa y luego medita largamente, te ama largamente, te reflexiona. Aquí en la cárcel todos reflexionamos a Octavio Paz, todos estos jóvenes de México te piensan, Octavio, y repiten los mismos sueños de tu vigilia 

“Te ama largamente”. No es una frase que escriba cualquiera. Lo demás, tampoco. Menos aún, esa terrible maravilla que se llama El apando, suficiente para convertir a Revueltas en el más incómodo clásico de las letras mexicanas.
(Con el título Cien Revueltas, este artículo fue publicado ayer, 18-01-15, en el Papel Literario, El Nacional)

jueves, 8 de enero de 2015

Las fronteras del diálogo


 
Provenientes de las más diversas religiones y tendencias, he leído en los medios y en las redes, firmes, dolidos y necesarios mensajes de condena a la espantosa carnicería de París. Para quienes defendemos el valor y el ejercicio efectivo de la convivencia, es natural indignarse frente a estas terribles irrupciones de la barbarie. Lastimosamente, también he visto algunas expresiones de aparente xenofobia que ojalá no prendan en ciertos desaprensivos, para quienes la tolerancia quizá no sea más que una consigna impuesta por la “corrección política” y no un modo digno de compartir con todos esta difícil residencia en la tierra. El tolerante dialoga, y como escribió Claudio Magris, su diálogo comporta ponerse a sí mismo en tela de juicio, antes de enjuiciar a los demás. A la intolerancia de los Hunos -diría Belén Burgos, unamunianamente- no debe responderse con la de los Hotros. Estaríamos alimentando la barbarie. 
 

Hoy volví a las páginas de La historia no ha terminado, de Claudio Magris. Releyendo el primer ensayo de ese libro (Las fronteras del diálogo), sentí la resonancia de estos párrafos cuyo contenido adhiero:
 

Cuando un Dios habla a nuestro corazón –como dice la Ifigenia de Goethe, oponiéndose a la bárbara costumbre de los sacrificios humanos- hace falta estar dispuestos a seguirlo a toda costa, pero sólo tras haberse preguntado con la máxima lucidez posible si quien ha hablado es un Dios universal o bien un ídolo de nuestros oscuros torbellinos interiores”
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“Los crecientes contactos entre pueblos y culturas distintas, destinadas a aumentar, constituyen un enriquecimiento vital, pero son susceptibles de crear situaciones difíciles, en las que el dilema entre el debido relativismo cultural y la afirmación de los valores irrenunciables podrá plantearse dramáticamente. Las gentes procedentes de otras culturas tendrán que hacerse europeas conservando sus peculiaridades, sin ser brutalmente homologadas a nuestro modelo. Sólo si Europa es capaz de llevar a cabo con firmeza este cometido, seguirá desempeñando, de una forma nueva, el importante papel que ha desempeñado en la historia del mundo”.
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Si retocamos la socarrona frase de Enrique IV, podríamos decir con dolor, que bien valen hoy varias misas por París.