sábado, 26 de abril de 2014

Para seguir en el poder después de muerto





Portada de Zapata que fue primero un cuadro de Zapata

Leo un artículo del boliviano Edmundo Paz Soldán sobre García Márquez, en el que, refiriéndose a El otoño del patriarca, dice algo que no podemos pasar por alto, aquí y ahora:

Pero el dictador no es el personaje más fascinante de El otoño, sino su feroz asesor Sáenz de la Barra. Es él quien lleva al extremo la manipulación de la imagen del patriarca, para seguir en el poder incluso después de la muerte de éste. En una escena que los teóricos del simulacro deberían leer -para así dejar de citar tanto a Borges-- el General se sorprende contemplándose a sí mismo en la televisión, diciendo cosas "con palabras de sabio que él nunca se hubiera atrevido a repetir". El fantasmagórico misterio es aclarado después por Sáenz de la Barra, quien le dice que ese ´recurso ilícito´ ha sido necesario ´para conjurar la incertidumbre del pueblo en un poder de carne y hueso´. Sáenz de la Barra lo ha grabado y filmado sin que se diera cuenta y ha elaborado con esos fragmentos de voces e imágenes una realidad artificial que sustituye, para el pueblo, a la verdadera y confusa vida real.

Sáenz de la Barra ha descubierto una cualidad fundamental de las sociedades modernas: el poder necesita de la complicidad de los medios para sostenerse. García Márquez sabía más de lo que sospechábamos acerca del funcionamiento de las sociedades modernas en la era de la imagen y su reproducción masiva”.

Para quienes vimos por televisión el surgimiento de Hugo Chávez (“…por ahora…”), su ascenso al poder, su plenitud, su muerte y su presencia póstuma, la nota de Paz Soldán es, de algún modo, otro motivo para visitar de nuevo la novela de García Márquez, cuya primera edición en Sudamericana (1975), incluyó, por cierto, en su magnífica portada, a dos venezolanos: Pedro León Zapata, el pintor, y Juan Vicente Gómez, el pintado.

Allí está el patriarca, de guantes negros, con su prole y su otoño.

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