martes, 15 de abril de 2014

Los jueces en Nuremberg



De primero, Ernst Janning (Burt Lancaster) en Juicio en Nuremberg


Cuando la señora Berthold, caminando una noche junto al juez Haywood, comienza a decir “Lili Marleen”, es imposible no conmoverse. Todo lo que ocurre y lo que se habla -que es realmente lo que ocurre- en esa formidable película de Kramer (Juicio en Nuremberg, 1961), podría resumirse en el instante en que Marlene Dietrich evoca a Marlene Dietrich. El guiño es algo más que un homenaje personal. Es una ráfaga del mundo de ayer que irrumpe de pronto en los escombros.
--

Tampoco es posible ver Juicio en Nuremberg, aquí y ahora, sin pensar en los jueces que están al servicio, no de la justicia, sino del partido que gobierna. Eso sí –y salvando las distancias, para no incurrir en falacias analógicas-, se siente otro infortunio: visto el elenco de la sargentería judicial, no se cuenta, acá, ni de lejos, con un Ernst Janning.
--

La noble señora Berthold le informará al viejo juez Haywood (Spencer Tracy), que Janning, uno de los encausados, no sólo es un brillante jurista, sino también un hombre digno. Le refiere que fue capaz de hablarle a Hitler, de frente y con claridad. Incluso, con desprecio. Al impresionante Janning lo encarna en la película Burt Lancaster. Creo que es una de sus mejores actuaciones, y puesto a hablar de los actores, como ya estoy, ¿cómo omitir a Monty Clift y a Maximilian Schell? Ambos, soberbios en el Juicio
--

Victoria Ocampo estuvo en varias de las sesiones de Nuremberg. Asistió nada menos que a las audiencias de Göring, Hess y Ribbentrop. Nos cuenta en la crónica que les dedicó, que estuvo tan cerca de Göring, que si se le hubiera ocurrido decir “Hermann” en voz baja, él la hubiera oído. Pero no es por eso que he recordado su testimonio. Es por la imagen de la ciudad que se refleja en sus páginas, semejante a la que nos ofrece el film de Kramer. Ocampo pasea por las zonas arrasadas. Va de traje sastre, con sus guantes de cuero de chancho y su cartera al hombro, y siente que la gente la mira con “hostil curiosidad”. Las víctimas de la devastación integran, junto a las ruinas, el terrible paisaje de la derrota. Copio sólo una frase de Victoria:

“Comprendí en Nuremberg lo que es vivir en un país de vencidos en que fermentan los rencores”.
--

Esta mañana volví a leer algunos capítulos del libro de Sebald sobre la destrucción de las ciudades alemanas y me detuve en esta frase canettiana:

“Elías Canetti ha relacionado la fascinación del poder, en su manifestación más pura, con el número creciente de las víctimas que amontona”.

Si cito la frase -la citaré- que un imperturbable SS dice en la película, es sólo para darle la razón a Canetti, acerca de la espantosa dominación del mal. En el comedor de los presos el esbirro fue interrogado por uno los jueces que supuestamente ignoraba la magnitud del exterminio. El frio nazi le respondió, sin dejar de comer:

“Es probable. Lo difícil no es matar tanta gente. Lo difícil es deshacerse de los cadáveres”.

--
 
(Dos párrafos de Ernst Janning, el juez nazi encarnado por Burt Lancaster en Juicio en Nuremberg:


Una fiebre se apoderó de la nación una fiebre de desgracia, de indignidad, de hambre. Teníamos una democracia, sí, pero corrompida por elementos que la componían. Por encima de todo existía miedo,  miedo al presente, miedo al futuro, miedo de nuestros vecinos, miedo de nosotros mismos. Sólo cuando hayan comprendido esto, comprenderán lo que significó Hitler para nosotros…”. 

-- 

“¿Por qué nos callamos? ¿Por qué participamos? (…). Lo que iba a ser una fase pasajera se convirtió en un modo de vivir. Señoría, yo me contentaba con asistir en silencio a este juicio. Me contentaba con cuidar los rosales. Incluso, me contentaba con dejar que mi abogado defendiera mi nombre, hasta que me di cuenta de que para defenderlo tendría que hacer revivir aquel espectro. Y efectivamente así ha sido. Aquí en esta sala lo ha hecho revivir…”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario